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No eyes on Gaza

¿Y si la guerra se queda sin testigos? Charlamos con Hernán Zin, reportero de guerra y documentalista, y Alfonso Bauluz, presidente de Reporteros Sin Fronteras en España sobre la situación de los periodistas en Gaza

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Olga Llorente
30.09.2025

Hace unas semanas, una noticia trágica —otra más —llenó los telediarios de (casi) todo el mundo. El 25 de agosto, cinco periodistas fueron asesinados en el hospital Nasser de la ciudad de Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza. Moaz, Mohamed, Mariam, Ahmed y Hussam. 

Mientras leía la noticia con el móvil en la mano, recordé una foto que yo misma— y otros cientos de miles de personas —compartí por stories hace meses. Seguro que te suena, es esta imagen creada con IA en la que se lee All eyes on Rafah (todos los ojos sobre Rafah). Y pensé: «si esto sigue así, si siguen asesinando a periodistas gazatíes, si bloquean la entrada de periodistas extranjeros, no habrá quien cuente lo que está pasando.» No podremos hablar de all eyes, sino de no eyes. Si Israel borra la mirada de los periodistas sobre el conflicto, deja ciego a un mundo entero. 

Imagen viral en redes sociales

Pocos días después, mientras daba vueltas a qué quería contar en este reportaje que ahora lees en tu pequeña (intuyo) o mediana pantalla, decidí que quería escribir sobre esto. Porque a pesar del riesgo de hartazgo que sé que existe con el tema de la guerra en Gaza, creo fielmente en esta reflexión de José Luis Sastre: no podemos permitirnos el lujo de dejar de hablar de ello. Así que manos a la obra.

Me puse en contacto con dos personas que sabía que aportarían profundidad, contexto, y dureza a este relato. Con ellos he charlado sobre la situación de los periodistas en Gaza, la complejidad del conflicto, y el futuro de los corresponsales de guerra. Uno es Alfonso Bauluz, presidente de Reporteros Sin Fronteras España. Y el otro Hernán Zin, periodista de guerra, escritor y director de documentales como Nacido en Gaza (2014) y Todos somos Gaza, que se estrena este diciembre.

No nos silencien, no nos maten

El 1 de septiembre, una iniciativa liderada por Reporteros Sin Fronteras y Avaaz apagó las pantallas de los principales medios de comunicación de nuestro país. La propuesta tuvo una muy buena acogida, me cuenta Alfonso Bauluz, y prueba de ello son la cantidad de medios que se hicieron eco de un mensaje: «Si el Ejército israelí sigue asesinando periodistas a este ritmo, pronto no quedará ninguno en Gaza para informarte».

La situación de los periodistas en Gaza no tiene precedentes. Hernán Zin, indignado, me confiesa que a lo largo de su carrera ha conseguido colarse en territorios casi infranqueables, pero que con Gaza no ha podido. «¿Por qué este bloqueo ahora, si en otras etapas del conflicto sí habéis podido entrar?», le pregunto. «Porque si estamos ahí nosotros no nos matan tan fácilmente. Hay que jugársela para matar a un español o a un italiano.» Claro. Ahora lo entiendo. Seguro que tú también estás haciendo los cálculos: si no dejan entrar a periodistas extranjeros, y no dejan de asesinar a los que están dentro, el final es evidente. No habrá voces profesionales contando el genocidio

Hernán lo ha vivido en sus carnes. En 2014 lanzó Nacido en Gaza, un documental que relata la ofensiva israelí sobre la Franja aquel verano, a través de la voz de los niños. Ahora, una década después, está a punto de estrenar Todos somos Gaza, la segunda parte. Encontró a varios de los niños de su primera película —los que no habían muerto —y decidió continuar el relato con el contexto actual, en mitad del genocidio

Esta vez, no es él quien coge la cámara y hace las entrevistas. El bloqueo israelí le ha obligado a buscar equipos locales, y eso ha hecho que el conflicto en Gaza se convierta en lo más duro que le ha pasado en la vida. «Es muy duro mandar a gente a que grabe su propia muerte, su propio genocidio. Es horrible porque tengo que mandar a gente a morir por mí…» Desgarrador. Mataron a su primer equipo, y tuvo que construir otro. Muchos de ellos, heridos, han tenido que ser evacuados a Cisjordania. «Pero les cuido mucho a todos», me cuenta. Tiene a un terapeuta que les asiste, y está en contacto con ellos todo lo que puede, para asegurarse de que están a salvo

No es casualidad

«Tenían claro desde el día 1 que iba a ser un genocidio», me cuenta Hernán, y por eso los periodistas son un blanco importante. Alfonso Bauluz coincide, «Se está asesinando metódica y sistemáticamente a los periodistas», como un elemento más de la campaña militar. Además de usar programas como Pegasus (ese que supuestamente espió los móviles de Pedro Sánchez y Margarita Robles) o herramientas de reconocimiento facial, el ejército israelí ha desplegado un nuevo sistema: Lavender

Se trata de una plataforma que usa la IA para generar listas de posibles objetivos humanos. Lavender se combina con Where’s Daddy, una herramienta que rastrea cuándo alguien entra en su domicilio, para facilitar el momento del ataque. Hernán me cuenta que esta combinación es peligrosa, y que muchos de estos ataques se producen intencionadamente cuando el objetivo está con su familia.

Igual que no es casualidad que asesinen periodistas, tampoco lo son los mensajes que los defensores del sionismo lanzan en redes. Para Alfonso, «en Israel son unos cracks de la propaganda, siempre lo han sido». Me habla de la Hasbara, un término que algunos utilizan para describir cómo Israel difunde una buena imagen propia al mundo entero. Toda una estrategia que utiliza la comunicación para intentar que el mensaje de Israel cale.

Es cierto que las redes están llenas de imágenes dantescas de niños heridos en calles y hospitales de Gaza, pero hay mucho más. «No se ve nada. Las imágenes en bruto que me llegan de los hospitales… Amputaciones sin anestesia, no hay comida, no hay electricidad… Es una crueldad lo que nos llega», me cuenta Hernán. Quienes de verdad se enfrentan a las imágenes duras han sufrido depresiones.

¿Adiós al corresponsal de guerra?

Le pregunto a Hernán por qué decidió ser periodista de guerra. «Porque tuve mucha suerte en la vida”, me responde. Confiesa que le interesa «lo que le pasa a la gente adentro, lo que ocurre en el corazón y en la mente», y que siempre se pone «del lado del oprimido». Ahora bien, este oficio es en parte un regalo envenenado que le ha dejado un trauma que le acompañará para toda la vida

Me cuenta que se acabó la época dorada del periodismo de guerra, esa que tenía entre sus filas a grandes como Ramón Lobo o Gervasio Sánchez. «¿Crees que los medios no invierten suficiente en los periodistas de guerra?» «¿Suficiente?», me responde, «no invierten nada.» Alfonso me dice lo mismo: «Tienen que hacer un trabajo con una pésima remuneración sin ningunas garantías de mínima seguridad, y eso es un deterioro absoluto.» Aunque confía en que la figura del periodista de guerra no desaparezca. 

Quizás haya sido por las redes sociales, en las que, para Hernán, aunque veamos imágenes y nos causen dolor, no encontramos el contexto. O quizás esos platós de televisión o estudios de radio que contratan a tertulianos que se convierten en todólogos, expertos-en–cualquier-tema-que-se-presente. «¿No es mejor que paguéis a un reportero que tener a seis payasos opinando?», pregunta Hernán a estos medios. 

Ni Hernán ni Alfonso saben qué pasará con la guerra en Gaza. «Si juzgamos por las intenciones de Israel, el fin es la expulsión completa (de los gazatíes)», me cuenta Alfonso. Lo que deja claro Hernán es que «una sociedad mal informada es una sociedad menos democrática”, y sin periodistas que cuenten la guerra, puede que nos quedemos todos ciegos

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